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Gipuzkoako dantza gogoangarrien kondaira
Juan Ignazio Iztueta
1824

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Bertsio elektroniko honen egilea: Josu Landa Ijurko.

Iturria: Gipuzkoako dantza gogoangarrien kondaira edo historia, Juan Inazio Iztueta (Mari Jose Ezeizabarrenaren edizioa). Euskal Editoreen Elkartea, 1990

 

 

aurrekoa hurrengoa

APROBACIÓN
DE D. SANTIAGO DE UNCETA

 

        He visto con mucha satisfaccion el cuaderno manuscrito de D. Juan Ignacio de Iztueta vecino de la ciudad de S. Sebastian, que V.S. se ha servido remitirme, para que lo examine y ponga la censura que me parezca.

        Comprende el cuaderno las antiguas usanzas de bailes, sones, juegos y otras diversiones originales de V.S.: esplica su autor el modo y órden, con que se egecutaban los bailes de plaza en los dias festivos especialmente en las funciones de Santos tutelares de pueblos, los sones antiguos, en los que se bailaba, la correspondencia de pueblos vecinos en sus respectivas funciones; da reglas para bailar bien los sones antiguos; escribe los versos de cada uno de ellos; finalmente enumera y describe los juegos a que solían dedicarse los hijos de V.S., y lo hace todo con tanta naturalidad, pureza de idioma, y celo, que no sé cuál deba admirarse mas en este apreciable Guipuzcoano, si su talento y habilidad en conservar tan exacta idea de aquellas usanzas dignas de mejor memoria y en describirlas, ó su amor al pais.

        Prueba hasta la evidencia que del abandono de aquellos apreciables usos ha resultado en mucha parte el que se hubiesen deteriorado nuestras costumbres públicas.

        Y á la verdad ¿Qué diferencia de aquellas reuniones públicas y bailes de dias festivos, en los que reinaban á la par de la habilidad el decoro, y compostura de los que bailaban, y el respeto y admiración en los espectadores, á las indecencias desórden y mala libertad que hoy se vé en nuestras plazas? Es bien cierto, que en aquellos dichosos tiempos ninguno, por osado que fuese, se hubiera atrevido á turbar el órden de la funcion, ni aun con un gesto ménos regular, y ménos hubiera intentado mezclarse en el baile ningun tachado de mala conducta.

        Entónces era como de esencia en los jóvenes guipuzcoanos saber el son, baile y letra de canciones antiguas tan hermosas y alegóricas, y los ancianos tenían singular cuidado y complacencia en enseñarles. No se veían entónces en los jugadores las infames felonías, que son tan comunes.

        D. Juan Ignacio de Iztueta, autor del cuaderno, deseoso que se restablezca esta parte de educación al modo antiguo, quiere dar al público su obra, y para convencer de la conveniencia de ella (cuando no necesidad) presenta el cuadro de nuestras plazas y bailes en el dia.

        Dice (y es arta verdad por desgracia) que hoy los tamborileros ignoran los mejores sones antiguos, y los pocos que conserban precisos para el baile, no los tocan bien; y que los que salen á bailar, en vez de llenar este objeto, se ocupan en gestos, dar porrazos y otras indecencias sin que haya quien les contenga en tanto desórden.

        No así en otros tiempos (y no tan remotos que no existen quienes lo hayan visto). Honrados echejaunes y vecinos distinguidos de los pueblos eran los primeros que se presentaban en la plaza, y por este solo hecho, puede el buen observador juzgar del parangon que el buen Guipuzcoano Iztueta hace en su obra de aquellas usanzas con las del dia, y convencerse, de que el haber abandonado las personas ancianas y de forma la concurrencia á la plaza ha producido gran daño en las costumbres públicas: el remedio es muy sencillo.

        Si los echejaunes y personas formales de los pueblos, despreciando satiras y habladurías de mentecatos, asisten los dias de fiesta á la plaza, se restablecerá sin duda alguna el órden en ellas, ó cuando ménos no habrá tanto desórden.

        Se dirá, tal vez por pretesto, que se ignoran ya aquellos usos y canciones antiguas, pero á mas de que Iztueta los pone, y esplica perfectamente en su cuaderno, y que con solo obligar á los tamborileros á que los estudien, y toquen todos los dias que salen á la plaza, los aprenderán inmediatamente todos, la sola presencia de las personas acreedoras á respeto restituirá el decoro, que es el bien mayor que se propone el autor.

        Considero pues que será muy conveniente el que se imprima y publique el mencionado cuaderno como tambien el que su autor añada en él la música á lo ménos de las principales canciones, y que mas se estilaban bailar. Y sería muy interesante, que hubiese un egemplar, cuando no mas en cada pueblo, custodiado en su archivo para memoria de los usos antiguos de V.S, y en obsequio de su autor D. Juan Ignacio de lztueta, digno del mas alto aprecio de V.S.

        Es cuanto creo debo decir en desempeño del encargo que V.S. se ha servido conferirme. Dios guarde á V.S. muchos años.

Vergara 25 de Marzo de 1824.= Santiago de Unceta

 

 

APROBACION
DE D. JOSÉ RAMON DE ELORZA

 

        Por órden del Señor D. Martin Xavier de Muzquiz, Oidor Decano del Consejo de Navarras y Corregidor de esta M.N. y M.L. Provincia de Guipuzcoa, he visto y reconocido el manuscrito bascongado, compuesto por D. Juan Ignacio de Iztueta, intitulado: HISTORIA DE LOS ANTIGUOS BAILES GUIPUZCOANOS, y reglas instructivas para ejecutarlos bien, y cantarlos en verso. Y en descargo de la comision digo:

        Que hace muchos años conozco al autor de dicho manuscrito, y aun no pocas veces he presenciado en su nativo lugar de Zaldivia diversidad de danzas y bailes, en particular de solos hombres adiestrados y capitaneados por él; y si bien desde entónces formé la idéa del singular talento y habilidad que le acompañaban para dirigir, y egecutarlos con admirable destreza y perfeccion á satisfaccion del público, á la vista de la obra confieso, que su autor no solo es superior al gran concepto que formaba de él, sino que se escede a sí mismo por las singulares noticias que nos dá de treinta y seis bailes diferentes, originales de este Ilustre Solar Guipuzcoano, explicándolos desde su origen con sus alusiones y alegorías, y la mas exacta y detallada descripcion de ceremonias y rigurosa etiqueta, que se guardaba en cada uno de ellos con las reglas correspondientes para su egecucion; trabajo ímprobo, que parece estaba solamente reservado al celo de este apreciable Guipuzcoano, y al tenaz estudio de antiguas tradiciones bascongadas. A estas previas disposiciones del autor corresponde la obra verdaderamente original en su línea, y que si no me atrevo á llamarle necesaria, á lo menos la considero por útil á la conveniencia pública, y propria y acomodada al genio y carácter Guipuzcoano, y supuesta la absoluta é indispensable necesidad que tiene el público de divertirse, segun el sentir del sábio Jovellanos, el restablecimiento de los bailes y danzas antiguas segun el plan de D. Ignacio de Iztueta interesaría mucho, é influiría aun en las mismas costumbres públicas, que es el primer punto de vista y de mas particular recomendacion que me presenta la obra.

        En efecto, si tanto se declama en el dia por los Oradores sagrados contra las danzas y bailes, y con justa razon, lo es por el desenfrenó que reina en ellos, libertades que se tomanl0, é indecencias que con el mayor descaro se cometen. En verdad que, si no hubieran degenerado de aquella sencillez, honestidad, gravedad y respeto con que los pinta y describe el escritor Guipuzcoano, nada hubiera habido que hablar contra ellos. Pero por desgracia una diversion inocente, que es la efusion de una alma verdaderamente alegre, una diversion que aun se halla consignada en los mismos libros de la Santa Escritura, y que entre los nobles Guipuzcoanos se ha contado por una de las partes de la educación de la juventud, ha llegado á ser el escollo fatal de la inocencia, la red varredera, que envuelve y enreda á la incauta juventud; el foco principal de amistades peligrosas, y de consiguiente el fecundo orígen de corrupcion de costumbres. ¡Lamentable fatalidad! ¿Qué remedio pues para tan grave mal? ¿Desterrar enteramente tamboril y bailes en las plazas? Traería sus inconvenientes, y puede que acaso el remedio fuese peor, que la enfermedad. ¿Dejarlos correr en el escandaloso pie en que se hallan? Ni lo permite la decencia y mucho ménos la moral cristiana. ¿Pues qué remedio? Vuelvo á repetir, en el plan propuesto por Iztueta se halla si no un remedio radical de estos escándalos, á lo ménos mucha parte de ellos.

        Restablézcanse en efecto los treita y seis bailes, de que hace mencion en su obra al antiguo respetable estado: no se dé plaza de tamborilero á ninguno, que no sepa tocarlos en sus antiguos sonetos y compases; oblígueseles á que por ningun pretesto se niegue á tocarlos á cualquiera artesano, labrador, ó aficionado, que en pública plaza se lo pida para lucir ó divertir á los espectadores, y está remediado mucha parte del mal. Entrará desde luego una noble emulación entre la juventud Guipuzcoana, y á la vuelta de pocos años, se generalizarán en el suelo Guipuzcoano los bailes y danzas antiguas, demas juegos y diversiones de que hace mencion la obra, y con ellas, la honestidad y el decoro, respecto y magestad que tanto los distingue de los del dia.

        Y en verdad, ¡Qué contraste tan horroroso entre unos y otros! ¡Qué diferencia tan enorme! Echese una rápida vista á los bailes y danzas de la célebre antigüedad Guipuzcoana; pero ¿á qué recurrir á tan remotos tiempos? Fijese la atencion en aquellos pueblos, que á pesar de la corrupcion general de costumbres y el aire de que sopla por todas partes, mantienen aun los bailes en estilo y usanzas antiguas; se verá demostrada esta verdad. ¿Quien en aquellos felices tiempos, siglos verdaderamente de oro, se hubiera hallado tan insolente, que se arrostrase á esas cínicas y lúbricas gestiones, meneos y ademanes y otros refinamientos de lascivia, que tanto se han generalizado aun en públicos bailes de las plazas? ¿Quien tan osado, que bailase sin pañuelo, ó quisiese sugetarse á otras medidas de precaución, que acompañaban á aquellas respetables danzas, juegos y diversiones, como dique y barrera á la licenciosa juventud, sin que bien pronto pagase su temeridad? Así es que á aquellos bailes, donde á la par de la habilidad y destreza reinaba el decoro y la honestidad, nadie se desdeñaba presenciar. El celoso pastor de almas, el Eclesiástico ajustado, el venerable anciano, la respetable y honesta matrona, honraban con su presencia tan respetables concursos, juegos y diversiones, cuando en el dia no pueden mirarse sin escándalo del pudor. En aquellas respetables danzas no hallaba la vista de los espectadores donde cebarse ni fijar su atencion, sino en las lucidas cabriolas, arreglados compases, veloces carreras y demas mudanzas y habilidades que por menor contiene la obra de D. Juan Ignacio de Iztueta.

        Añádese á lo dicho, que en los treinta y seis bailes originales de este pais Guipuzcoano de que hace mencion la citada obra, hay varios de solos los hombres, capaces de lucir y divertir al público tanto ó mas, que en los que concurren ambos sexos, y en esto solo está visto lo que interesa y gana la pública moral y costumbres; pues si en los unos, por mucha precaucion que se tome, por indiferente y aun buena intencion que se lleve á los bailes, por santos y buenos que sean siempre, hay su peligro entre los bailarines de diverso sexo, segun el célebre adagio entre Santa y Santo pared de cal y canto, no le hay ninguno entre los que se bailan entre solos los hombres, ó es remotísimo.

        El segundo punto de vista, bajo el cual presenta la obra de Iztueta los bailes y danzas, juegos, y diversiones antiguas del Solar distinguido de Guipuzcoa, y forma otra parte de su mérito, son las graciosas y memorables alegorías, gloriosas memorias, y recuerdos en especial del valor é intrepidez, triunfos y victorias que reportaron nuestros visabuelos, los célebres Cántabros contra un enemigo. En efecto, fígese la atencion en la Ezpata danza y Pordoy danza, de los cuales el primero de inmemorial tiempo, y el segundo desde el año 1321, se han mantenido y conservado con la mas escrupulosa observancia hasta estos nuestros tiempos, en que un aire de novedad, despreciadora de toda respetable antigüedad y cuanto dice relacion con ella, los ha desterrado casi enteramente de nuestras plazas. Por mas que se pierda en la distancia y oscuridad de los tiempos el orígen de estas danzas y juegos marciales, es preciso confesar, que son alusivas á hazañas militares de nuestros antepasados, ó sino que se inventaron para inspirar, mantener y perpetuar en la juventud Guipuzcoana aquel espíritu y aire marcial que tanto distinguió á ellos; y señaladamente, del Pordoy danza nadie ignora ser una gloriosa memoria de la derrota completa de los Navarros en la batalla de Beotibar en 19 de Setiembre de 1321, ganada por Gil Lopez de Oñez, gefe de los Guipuzcoanos.

        No es muy difícil atinar con la verdadera causa de la decadencia y aun desprecio de estas nobles, sencillas, ingeniosas, gloriosas y marciales diversiones, observando la época de la corrupcion de las costumbres, del quijotismo y orgullo, la afeminacion y el egoismo en nuestro Novilísimo Suelo; de medio siglo á esta parte ha dado una vuelta redonda el carácter Guipuzcoano, y desde este mismo tiempo han ido caminando á pasos agigantados á su decadencia y olvido, nuestras antiguas danzas y diversiones, dignas de mejor memoria. Parece que estoy viendo á las frias cenizas de aquellos héroes Guipuzcoanos, cuyas portentosas hazañas recuerdan ó que fueron los inventores ingeniosos de tan alegres y alegóricos juegos, indignarse contra la apatía, indiferencia y olvido de su ingrata posteridad. Mas sensible que el de estos el noble corazon del apreciable Guipuzcoano D. Juan Ignacio de Iztueta emprendió una obra superior á sus obligaciones, y á fuerza de estudio y trabajo lo presenta al público para en prueba de lo mucho que interesan aun el honor y las glorias de nuestra Madre la Provincia, y la grata memoria de sus dignos hijos en el restablecimiento de dichos bailes y diversiones, segun el plan de su obra, al estado antiguo.

        Por todas estas consideraciones pienso ser conveniente la impresion de dicho manuscrito, y que se le dé la publicidad necesaria para que todo Guipuzcoano se instruya en los loables obgetos á que se dirige dicha obra. Solo hallo un reparo, que no me parece pertenece al fin principal de ella, sino á lo mas, á su perfeccion accidental. Hablo de varios versos, que cantados en una taberna ó en medio de un grupo de gentes que generalmente concurren á oirlos sería poco el escándalo que podían causar, pero estampados en un libro dado á la prensa, repasados y estudiados por la incauta juventud, y cantados con frecuencia entre jóvenes sencillas, acarrearían mucho daño por los equívocos sentidos de muchos de dichos versos, que á la simple lectura ofenden el pudor y la honestidad. Así sobre ellos soy de sentir, que si el autor los considera por parte esencial al fin y obgeto principal de la obra, sustituya otros indiferentes que no sean de materias de amor, y cuando no, los borre de la obra todos los que van anotados con una manecilla al márgen de cada uno de ellos. Este es mi sentir porque en lo demas no encuentro cosa que se oponga á nuestra Santa Fe y Religion, ni á las buenas costumbres.

Azcoitia y Setiembre 18 de 1824.= José Ramón de Elorza

 

 

LICENCIA

 

        En la villa de Azcoitia á veinte y tres de Setiembre de mil ochocientos veinte y cuatro: el Sr. D. Martin Javier de Muzquiz, Ministro Decano del Real y Supremo Consejo de Navarra y Corregidor de esta M.N. y M.L. Provincia de Guipúzcoa, habiendo visto las censuras dadas por D. Santiago de Unceta y D. José Ramón Elorza á la obra manuscrita por D. Juan Ignacio de Iztueta, intitulada Historia de los antiguos bailes Guipuzcoanos, y reglas instructivas para egecutarlos bien, por fe de mí, el infraescrito Escribano, dijo: se concede licencia y facultad que se solicitan para la impresion de dicha obra, con la circunstancia de que de ella se han de suprimir los versos marcados en la censura del referido Elorza, y con la de que así dichas censuras como esta licencia havan de insertarse por frente de la misma, y que un egemplar impreso se haya de remitir á S.S, para la debida custodia. Pues por este su auto como Juez de imprentas de esta Provincia, así lo acordó y firmó S.S. de que yo el escribano doy fe.

Martin Javier de Muzquiz

Ante mí, Joaquín Ramón de Soraiz

 

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